Hay poderes que hacen la delicia y la fuerza de los superhéroes. Superman debe estar muy contento con su mirada de rayos x, la descomunal fuerza, su capa voladora y la capacidad de salvador americano ( EE UU, por supuesto) en todas las situaciones problemáticas. El hombre araña no duda en lanzar su babaza para volar cuando presiente los problemas. He - man y su espada salvadora.
Nosotros, los simples mortales ¿cómo reaccionaríamos si se nos diera detentar poderes extraordinarios? La literatura fantástica, aunque suene contradictorio, nos da respuestas reales. Y para lo fantástico qué mejor que acudir al insuperable Jorge Luis Borges.
Vamos a su cuento más famoso: El Aleph. Dejando de lado las largas disquisiciones eruditas (algunas inventadas) sus ironías y su humor , caminemos en línea recta: nos cuenta un amor inolvidable del protagonista masculino, el mismo Borges (bromita aparte) por Beatriz. Claro que cuando cuenta, la dama ya se encuentra varios metros bajo tierra y él va a la casa de ella de puro masoquista nomás, para ver sus fotos. Pero en esa casa vive un tal Julio Argentino Daneri, primo de Beatriz, al cual Borges no traga mucho; le tiene celos. Un día Daneri lo llama para que vea el Aleph. Y ahí se viene la barahúnda. Qué es el Aleph. Daneri lo define como “un punto del espacio que contiene todos los puntos”. Borges, creyéndolo loco, le dice tranquilizate que voy a echar una mirada. El Aleph se encuentra en el sótano de la casa, y para verlo hay que hacer unas cuantas contorsiones ¡Y oh maravilla!: vio en un punto y simultáneamente, todas las cosas y actos del universo desde el principio de los tiempos, una larga enumeración, un conjunto infinito de cosas aclarando que toda enumeración es poca. Pasaron por sus ojos espejos, laberintos, ¡hasta las cartas obcenas que Beatriz mandaba a Daneri, pérfida mujer! En una palabra, en un punto “el inconcebible universo”. Sale del sótano y urde su venganza contra Julio: le dice que no vio nada, le hace creer que está loco.
Pero Borges lo vio y sale turbado. Y nos queda como brasa entre las manos la noción del Aleph. En una posdata al cuento (¡qué recurso, señores!), el mismo Borges da algunos indicios ( a su manera, claro): dice que Aleph es para la Cábala la ilimitada y pura divinidad; también que esa letra tiene la forma de un hombre que señala la tierra y el cielo; que es el símbolo de los números transfinitos, etc. La verdad es que no aclara mucho y nos queda la sensación de que detrás del cuento, el escritor todavía se está desternillando de risa.