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22 mar 2016

NO, de Hugo Filkenstein

No 
No es no,
y hay una sola manera de decirlo. 
No. 
Sin admiración, ni interrogantes,
ni puntos suspensivos. 
No, se dice de una sola manera. 
Es corto, rápido, monocorde, 
sobrio y escueto. 
No. 
Se dice una sola vez, 
No. 
Con la misma entonación, 
No. 
Como un disco rayado, 
No. 
Un No que necesita de una larga caminata o una reflexión en el jardín no es No. 
Un No que necesita de explicaciones y justificaciones, 
no es No. 
No, tiene la brevedad de un segundo. 
Es un No, para el otro porque ya lo fue para uno mismo. 
No es No, aquí y muy lejos de aquí. 
No, no me deja puertas abiertas ni entrampa con esperanzas, 
ni puede dejar de ser No, aunque el otro y el mundo 
se pongan patas arriba. 
No, es el último acto de dignidad. 
No, es el fin de un libro, sin más capítulos ni segundas partes. 
No, no se dice por carta, ni se dice con silencios, 
ni en voz baja, ni gritando, ni con la cabeza gacha, 
ni mirando hacia otro lado, ni con símbolos devueltos; 
ni con pena y menos aún con satisfacción. 
No es No, porque no. 
Cuando el No es No, se mirará a los ojos y el No se descolgará 
naturalmente de los labios. 
La voz del No, no es tremula, ni vacilante, ni agresiva y no deja duda alguna. 
Ese No, no es una negación del pasado, es una corrección del futuro. 
Y sólo quien sabe decir No puede decir Sí.